martes, 7 de marzo de 2017

LEOPOLDO MARÍA PANERO Y "EL CIERVO APLAUDIDO"

'El ciervo aplaudido' 
o el desesperado verso de Panero


Hay un azar en cada vientre y niebla en los títulos de crédito. Nunca se entiende nada del todo, ocurre siempre. Se escribe para contarse a otro desde el silencio, para comprobar que se existe en ciertos momentos, se escribe por no ahogarnos en un trago de arena que seque los labios.
Para esto se escribe, para confirmar que el corazón astillado tuvo forma de astro y movimiento en órbita escrita al trazo, con vuelo falciforme. Se escribe por esto.
Para que otro nos llegue por entre los espacios y se nos quede dentro, tendiendo una palabra infinita de su rastro a nuestro abrazo. Para que exista el abrazo, se escribe. Para que el amado no olvide cuánto y cómo lo hemos amado. Para no olvidar que también fuimos amados. Para contemplar de nuevo aquello que nos conmueve, para restaurar lo que se pierde y nos hace viejos, para rescatar el contorno de un camino que nos lleve al otro lado.
Para preservar lo dado. Para que sea posible el milagro de dar lo que no se tiene a quien no es.

Se escribe porque no se crece aunque lo parezca.
Para no mirar las paredes cuando se está solo se escribe.
Para habitarnos, para entregarnos al verbo y que nos fecunde, para quedar embarazados del pronombre que se convoca. Aunque él no nos convoque.
Para morir un poco menos o morir menos tiempo.
Algo así sucede.
Por eso se escribe, para creer que somos lo que sospechamos que somos y no nos atrevemos a creer. Para comulgar el pan del perdón hecho estigma, para que sane la herida que no sanará, para que las lágrimas corran la tinta de lo escrito e interrumpan el discurso.
Y a veces se escribe porque se está muriendo y se acepta, se desea casi, sin ser terrible, se convoca la muerte a cada verso y se es consciente de lo que se pide.
También por esto se escribe.
Nada menos.

Así ‘El ciervo aplaudido’ de Leopoldo María Panero (El ángel caído, no puede haber una editorial más al caso). “El poema es un lago/ en donde acaba el ciervo/ aplaudido sólo por la página/ por la página en silencio donde muere el ciervo”.  Un poemario escrito desde la muerte en falso de un poeta. “La vida es sólo el vuelo de un insecto/ sobre la página que no existe”. Un poemario descentrado del canon que pide muerte. Como casi todos los versos de Panero. También se escribe para eso, ya lo dijimos.
Un poemario acompañado de fotografías que nos dan testimonio de un hombre que jugaba a estar vivo y se burlaba de la muerte. Un poemario breve como el suspiro que determinada la suerte de uno: “Nadie recordará mañana que existo”. Se escribe para comprobar que se existe, también se dijo.
Hay algo terrorífico al leer a Panero. Leer a Panero es leer a un hombre que nada teme porque todo lo ha perdido salvo la palabra, un hombre que todos hemos sido, somos o seremos en algún momento. Esa es su advertencia. La advertencia del ejemplo. Del otro. 

“La blasfemia de haber nacido/ en la playa en donde brilla la muerte/ como un perro callejero/ como la nada que cae sobre mi alma/ y que escupe sobre la vida/ y sobre mi nombre”.


No hay luz en la poesía de Panero, todo es sombra, reflejo pálido, bruma incierta, paso descompasado, latido desacorde. Pero también se escribe por eso, para que se interrumpa el discurso. Se dijo. 



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