miércoles, 12 de julio de 2017

ENTREVISTA A ISABEL GONZÁLEZ



Isabel González 


La confianza es lo único que puede establecer
algún canal de comunicación


Hay novelas de curso legal, de correcto oficio, novelas que se olvidan como tardes anestesiadas por fiebre endémica, novelas que se degluten (no llevan gluten, ni azúcares, tampoco aditamentos químicos, son inocuas, completamente). Pero también novelas que bordean el prodigio, que traspasan, que nos convocan como amantes en una cita de la que uno no regresa indemne. Novelas-fulgor que nos hablan desde el ángulo exacto, porque el centro está en cada una de las líneas que la componen. ‘Mil mamíferos ciegos’ (Dos Bigotes), de Isabel González. Excede, desborda, proclama. Es poesía e imagen, narración y salmo, dolor, dentellada. Inmensa, irreductible. Yago, habitante del bosque. Eva y Santi, inclasificables urbanitas. Dos encuadres, tres dimensiones en el mirar. Lo que estalla.

¿Cómo cruzarse con un Yago en la vida, cómo convocarlo? ¿Hay un Yago? ¿Cómo no amarlo si se encuentra?
¿Cómo cruzarse? Huye.
¿Hay un Yago? Mil. Tú misma enfebrecida. Lo que pasa es que no suelen salir del bosque.
¿Cómo no amarlo? Por supervivencia.

“Una vez lo imposible fue”. Parece que hablara el narrador de esta novela, que estalla límites y que convoca la irreparable sensación de lo que se impregna…
Puede que el narrador hable de lo imposible como oposición a lo posible en tanto que lo posible es concebido como real y lo imposible como irreal. Se tergiversan los términos por protección. Y es lógico, ya que la posibilidad máxima es la irrealidad de la muerte. Lo imposible es la vida. “Una vez estuve vivo”. Y te impregnas, sí, vaya que sí.

¿Cómo se alumbra ‘Mil mamíferos ciegos’?
Con millares de coitos. Con cientos de partos errados. Con una madre precursora que renegó de ellos y otra incauta que la usurpó. Con personas que existen inventadas y con personas inventadas que ahora existen. Se alumbra con mucha oscuridad. Se trata de una historia basada en hechos reales tergiversada por hechos más reales todavía.

“Demasiada sensatez reduce eficacia”. ‘Mil mamíferos ciegos’ parece estar escrito desde una región mucho más próxima al sueño, a lo visionario, al abajo inconsciente, que a la rigurosidad de un discurso premeditado. ¿Es así?
Sí. Está escrita como parte de una experiencia vital. He intentado actuar como un vaso comunicante entre lo oscuro y lo palpable. Dejarme llevar y traducir lo que discurre de eterno y de efímero por las ridículas y magníficas vidas particulares. Somos miles y somos uno. Suena esotérico, pero qué le vamos a hacer. A veces comemos mortadela y a veces esto: comemos mortadela en el universo.

“La complejidad reducida un verbo”. ¿Cuál?
Morir. Morir como perder la vida y morir como deseo violento de algo. Siempre en primera persona, claro está.

Cuando “ni los genitales hacen falta para masturbarse”, ¿el deseo se ha desbordado, sublimado o está desubicado?
Todo va junto, ¿no?. El caudal se desborda y anega los huertos, las casas, arrastra vehículos, no se puede hablar de otra cosa que de la inundación, del desastre. La fuerza de la naturaleza. Aunque también cabe preguntarse si no se edificó en el cauce y se le puso un nombre santo a la población.

“Lo que no se va cuando se marcha”, ¿nos condena a amarlo de por siempre?
Somos unos amantes. Estamos condenados siempre.

El bosque como escenario (Zambrano, Jünger, Matute, Calvino…) frente a la ciudad como declive, como desmoronamiento… ¿Una reivindicación de la naturaleza?
No exactamente. El bosque donde vive Yago es un paisaje exterior y un paisaje interior. Un lugar primigenio a diez kilómetros del pueblo, el sitio donde abandonan a los inocentes en los cuentos infantiles, el comienzo del viaje. El antropólogoVladimir Propp dice: “el niño moría y resucitaba como un hombre nuevo (simulado por el ser engullido y vomitado por un animal). Para ello, se construía cabañas en un bosque (o espesura) donde se producían las pruebas y el aprendizaje”. Lo leo y me sobrecojo y corroboro (porque me ha pasado) la existencia de un inconsciente colectivo, de un sustrato simbológico común que atraviesa a la humanidad desde el principio de los tiempos. Lo sabemos todo aunque no suele asomar porque el saber aprendidos e lo impide. Suele suceder cuando se despega del suelo o nos hundimos en él, que es más frecuente.

“Nos hacemos viejos si con unas palabras ocultamos otras”. ¿Es posible contarnos, decirnos sin máscaras  sobrevivir sin que laminen el corazón?
No podemos comunicarnos bien. Siempre estamos solos y la confianza es lo único que puede establecer algún canal de comunicación. Pero hay que ser muy fuerte y muy frágil. Porque vas a ir sin escudos y te herirán.

“La mentira es lo que vivo sin ti”. ¿Qué nos mantiene vivo ante una ausencia?
Lo de siempre. El aire, la comida, la respiración pulmonar, los actos reflejos. Luego se aprende todo de nuevo. Luego se olvida. Y entonces se está vivo otra vez.

¿Cómo se somete a lo que nunca llega?
No se puede someter. Esa es la grandeza de la esperanza. Lo malo es que si esperas mucho el palacio se expande tanto que la decepción está asegurada. Basta a veces con una tienda de campaña de Decathlon. Son muy majas.

¿No crees que la niña atada a la piedra merece que cuenten su historia?
¿La niña atada a la piedra es la fe o es la ignorancia? Qué destruye Yago. Contaremos su historia en la segunda parte de ‘Mil mamíferos ciegos’. ‘Mil dos mamíferos ciegos’.

¿Cómo se convive con el hombre pegado a nuestra espalda?
Cantando. Y sacándolo a pasear de vez en cuando para hacer sus necesidades.

Uno siempre quiere dar caza al lobo (sombra, monstruo, etc.) que lleva dentro, pero los ‘otros’ (algunos) siempre quieren dar caza al ser puro/poeta/tarado que somos. ¿Por qué crees que sucede esto?
No entiendo muy bien si dar caza se refiere a atraparlo para atesorarlo o a matarlo para acabar con ello. En todo caso, ‘los otros’ también somos nosotros. Así que actuamos de las dos formas. Quizá porque queremos ser únicos.

Yago, Santi, Eva. ¿De quién tiene más Isabel González?
De un híbrido de los tres con un jabalí y una cría humana sucia y obediente. Podría contestarte lo que quisiera. Inventármelo todo. ¿Lo ves? No nos podemos comunicar bien. Mejor, dilo tú.


Isabel González presentará ‘Mil mamíferos ciegos’ en La casa de fieras (dónde si no), este jueves, 18 de mayo, a las 19 horas.   



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