lunes, 4 de septiembre de 2017

ENTREVISTA A ALBANO CRUZ

Albano Cruz, pensador


“Lo importante siempre tiene algo
que no solemos decir en el lenguaje: el para qué



De Albano Cruz pueden decirse algunas atribuciones, casi todas ellas insólitas: pensador desolacionista de los medios y los fines. Postsituacionista, aceleracionista. Entusiasta de Tiqqun y, por tanto, del Comité Invisible. En cualquier caso, es un conversador endiabladamente delicioso, que maneja la lógica con la precisión de quien disecciona una tormenta. Acaba de publicar ‘Fenomenología de la imago’ (Enclave de libros), un texto fascinante en su propuesta: ¿qué es lo que podemos saber realmente del mundo?

La fenomenología de la imago aborda, todo el texto, el problema de la transitividad, es decir, de relación entre cosas, simplificando…
Es muy interesante observar cuándo funciona la transitividad y cuándo deja de funcionar. Eso permite que, en un determinado momento, yo te cuente cualquier cosa para justificarte por qué estamos aquí, por qué el sol está en lo alto, etc.; cuando entiendes que eso es una necesidad de la aceptación a través de la comunicación resulta todo más fácil. Estoy aquí porque me da la gana. Esta es una razón tan válida como cualquier otra. Da lo mismo. No da lo mismo cuando uno quiere hacer cosas, hechos, cuando quieres cambiar el mundo, pero si lo que quiero es que tú aceptes lo que yo digo, construir causalidades y justificaciones es siempre una labor de comunicación con el otro, no es una propiedad del mundo.


¿No es una propiedad del mundo?
Vale, es una propiedad del mundo porque tú y yo estamos en el mundo, etc., etc., pero no es una referencia del mundo, la ciencia no dice nunca por qué suceden las cosas, dice cuándo y cómo suceden, lo que sucede pero no el por qué. Es un problema de epistemología. Confundir estas dos cosas es una confusión o una elección de la persona que, en un intento por ser reduccionista a la hora de pensar sobre el mundo, se agarra a lo mínimo que pueda. Yo me pongo en la posición voluntaria en la que la ciencia, cuando te cuenta cómo suceden las cosas, lo que hace es decirte por qué son así. De acuerdo, es mi elección. Puedo creer en dios y al tiempo aceptar lo que dice la ciencia. Si quieres juntar el cómo y el por qué no tengo ningún problema porque, gracias a al transitividad puedo aceptarlo porque hablamos de propiedades que no sabemos muy bien si son del lenguaje o de la falta clara de causalidad en el mundo. Oxford está  punto de sacar el segundo volumen de su ‘Introducción a la causalidad’, luego no es un tema resuelto, no es un tema resoluble porque la propia herramienta racional de llenar o determinar qué es la causalidad no puede hacerlo.

¿Y eso importa?
Cuando quieres hacer un avión, cuando quieres hacer un bolígrafo que escriba, cuando nos movemos en eso, sí. Para el que viva dentro del mundo en el que gracias a un conocimiento científico pueda determinar tu estado psicológico y manipularte para que compres unas zapatillas, cuando se trasladan esas atribuciones de causalidad y se colocan en un entorno en el que te digo lo que tienes que hacer estoy tratando tu comportamiento humano como si fueras el objeto de trabajo de un ingeniero. Lo importante siempre tiene algo que no solemos decir en el lenguaje: el para qué. Más, menos, peor, mejor… lo importante son declaraciones sobre el mundo que siempre tienen que ir acompañadas del para qué. ¿Es importante saber? Saber por qué la tierra gira alrededor del sol, por ejemplo. No, porque me voy a morir dentro de veinte años de un infarto. Sí si lo que pretendo es colonizar otros planetas antes de que se arruine por completo este. Siempre hay un para qué.

La lectura del libro es impecable, pero no deja de ser, todo él, una trampa. Resulta una perfecta arquitectura sintáctica y semántica. Por ejemplo, “Si el tiempo es discontinuo, uno muere sin cesar”. Eso, desde el punto de vista del lenguaje, resulta imbatible, pero fuera de él no. La experiencia lo desdice.
Jajaja, ¡una trampa! Bien visto. Este libro surgió de mis conversaciones con Luis Montero. Él me dijo: “todo lo que cuentas está muy bien, pero escríbelo, así no tenemos que estar aprendiendo el diccionario cada vez que nos reunimos”. La del diccionario fue una fórmula de abandoné. El libro me importa relativamente poco como obra, y cuando lo termino yo ya he hecho el trabajo, es un exorcismo; habían cosas que no veía clara y tengo que manejar conceptos y relacionarlos para que el que lo lea lo comprenda. El objeto que está trabajando es esa lucha contra el noúmeno kantiano, ese conocimiento a priori, que supuestamente existe antes de que la verdad se descubra o se construya. No, no hay ningún conocimiento previo a la experiencia, no puede haberlo. Esa es una de mis conclusiones.

¿Y la intuición?
La intuición depende de tus experiencias anteriores; cuando nosotros intuimos sobre algo que no hemos vivido lo que estamos haciendo es un trabajo de proyección, una construcción de causalidad, intentando adivinar un mundo futuro, esa selección de mundo futuro. Pero si elimino las experiencias que he tenido resulta que esa intuición o proyección será distinta. La intuición es qué mundo, en base a lo que he vivido, consciente o inconscientemente, vendrá, cómo va a ser el mundo. Hablamos de memoria sintáctica. La memoria sintáctica sustenta la lucha contra el noúmeno kantiano porque la memoria sintáctica contiene lo que va a suceder, es previa a lo que sucede, en ese sentido está relacionado, pero no sale de la nada. Kant  vive en un momento en el que se cree en los objetos inmateriales. La memoria sintáctica no sale de lo inmaterialidad, la parte inmaterialidad es la parte de la pieza de puzzle que se utiliza como ejemplo, pero hablamos de una cosa real, la forma, y no puedo hablar de la forma sin utilizar el lenguaje y eso ya añade una trampa. Esa estructura o esa pieza del puzzle, como quieras llamarlo, ya contiene qué piezas se van a enganchar a  ella; en ese sentido es anterior al enganche, pero es anterior al enganche porque la pieza de puzzle solo puede engancharse con una pieza, es un problema temporal realmente, no de conocimiento emanado de un alma.

Es decir, que la intuición, digamos que es una hipótesis de trabajo destilada de un conocimiento racional previo…
Ese conocimiento del futuro procede del conocimiento del mundo del objeto. Algo en lo que Kant no se mete mucho. Cuando me enfrento a este problema me voy dando cuenta de que hay un nivel de certeza, una creencia en el lenguaje natural y que utilizamos creencia como suposición. Si te pregunto qué crees que voy a pedir a continuación de este bitter que me estoy tomando tú haces una suposición. Eso no es una creencia, Yo estoy delante de ti y estamos hablando. Si no me lo puedes probar lo estás creyendo, yo soy una creencia sobre el mundo, y una creencia lo es porque es innegable; tú puedes negar la suposición que has hecho sobre mi próxima consumición, porque era una hipótesis, una intuición, pero la creencia es algo mucho más profundo, que ya aborda Platón, se habla de creencia justificada, no de verdades, esto es muy importante.

Un credo ¿no es una creencia?
No, es un dogma, una doctrina, algo que te dice que tienes que creer. Si tengo fe, creencia de Dios, la tengo tan cierta como la sensación innegable que tienes tú de que yo estoy delante de ti. La creencia en dios no es una suposición, es una experiencia del mundo. A un nivel tan innegable como esta mesa. A medida que voy haciendo este trabajo de fenomenología para explicarle a Luis y a otra gente qué defiendo me voy encontrando con que de bruces me doy todo el rato contra este nivel básico de creencia, es lo que llamo imago. No puedo ser cientificista en la definición de la imago, me aproximo a ella desde distintas partes.

La continuidad, ese no estar muriendo todo el rato, está en el nivel de la creencia, esa creencia es lo que nos hace imposible experimentar un mundo discontinuo. ¿Es esto?
No sé si el mundo es discontinuo, sé que no podemos llegar a saberlo. Sobre una base de creencia que nos dice más allá de lo innegable que hay una continuidad en el mundo yo puedo suponer que el mundo es continuo o discontinuo, o una mezcla de ambos. Pero no podemos saber si el mundo es una colección de fotogramas, metáfora manida pero que funciona, o como un chorro de agua continuo. Parece que el cerebro, nuestro cuerpo, lo que hace es que si la realidad, lo real, es una serie de fotogramas los captura, y si es un chorro de agua, hace fotogramas de eso; el hecho de que hagamos fotogramas nos impide saber si lo que captura son fotogramas o un chorro de agua.

¿Qué es la imago?
La imago es la certeza que tenemos sobre el mundo, que nos lleva a que determinadas cosas nos las podamos cuestionar en el nivel de la suposición, pero la creencia no puede ser desafiada, necesitas una crisis vital, algo mucho más potente para que la creencia sobre el mundo realmente mute o cambie. No estamos acostumbrados a epifanías, a descubrimiento de creencias nuevas.

¿Importa realmente que miremos la realidad desde una foto (o una pantalla) en vez de contemplarla en directo?
Depende del para qué. En el ejemplo que utilizas, depende. Qué pasa si quiero talar el árbol que estoy viendo y lo que miro es un cartel. Me hago con un motosierra, me cargo el cartel, pero eso lo podía haber hecho con los dientes. El para qué está aliado con la transformación del mundo, pero no necesariamente, ese para qué puede remitirnos a la necesidad de encontrar un lenguaje que nos permita explicar algo; me adscribo a la tesis de la intraductividad, pero a lo mejor se trata de que no hemos dado con el lenguaje adecuado. El problema es que cuando una cosa no es, no podemos demostrar que no es, no podemos probar lo inexistente, sólo cuando algo que es incompatible con esa existencia.

¿Que nada que no exista puede ser probado es un despropósito?
Lo que hacemos es construir marcos de descripción. Es incompatible que tú estés sentada donde estoy sentado yo. Luego en este momento es incompatible, no podemos estar en el mismo espacio al mismo tiempo. Ese ‘no podemos’ ya es una declaración de imposibilidad, de ausencia negativa. Los unicornios no existen. Solo puedo probar la inexistencia de los unicornios  a través de lo absoluto, habiendo visto todas las criaturas del mundo y no habiendo encontrado entre ellas un solo unicornio. Sabemos por el trabajo empirista que tú no puedes ver todas las criaturas del mundo, luego nos encontramos con la Paradoja del cisne negro, lo insólito. Aparece el problema de la inducción, la inducción empírica para hablar racionalmente del mundo tiene problema de lo absoluto, no puede formular declaraciones de verdad absoluta y entonces yo puedo decidir que algo es incompatible cuando lo puedo probar. Esther está viva, sí, si no tengo manera de probar que está muerta. El hecho de que esté muerta es incompatible con el hecho de que esté viva. De acuerdo, puede venir un budista y poner eso en duda, y entonces entramos en otro problema, pero para el ejemplo, vale. Dando por entendido que muerto y vivo son excluyentes, puedo demostrar que no estás viva si te encuentro muerta. Si lidiamos con la existencia… ¿tu casa existe o no en este momento?

Eso nos lleva a la paradoja de Schrödinger…
Más o menos, pero no puedes determinarlo. Cuando llegues a tu casa podrás decir que existe, pero ahora mismo eso es indeterminable.

Te sigo, pero sin esas pequeñas seguridades seríamos tan frágiles que nos paralizaríamos.
Correcto. La imago es la creencia en eso, nos protege de esa fragilidad. Imagínate el adolescente típico, atormentado, hastiado, que no le encuentra sentido a nada y quiere suicidarse. Si todos se suicidasen la especie se extinguiría, así que de algún modo la sociedad selecciona a aquellos que son capaces de aceptan que el mundo no tiene sentido. Resulta que somos una población compuesta por gente seleccionada que vive la certeza del mundo, porque si a los 15 no la vives, no procreas, te tiras por la ventana. Hay un freno biológico al nihilismo. Claro que hay esas certezas, por eso el libro acaba con los postulados de fe, aquello con lo que nos relacionamos con el mundo, pero no tienen mucho sentido. Creo que las cosas están aquí, asumo que es una creencia. La fenomenología no niega cosas, las suspende, que es peor.

La imago es casi como un simulacro, un reflejo de algo que no ha sucedido. “La máscara no oculta ni engaña. Es entidad misma. Se convierte en icono, despreciando al portador, quien se vuelve irrelevante”. Es independiente de aquello que la origina. Incluso puede ser más original que su original.
Claro, en el libro se va haciendo una distinción entre máscara e interfaz. Una máscara tiene agujeros, lo que hace es presentar unas cosas sí y otras no; cuando hay una máscara, salvo que sea completamente cubierta, que no tenga agujeros, y deje de ser máscara, lo que hacemos es suponer (los agujeros nos cuentan) que hay otra cosa detrás. Pero el problema de esto lo explica el ejemplo de la manzana. Tengo la manzana y entiendo que tiene un dentro y un fuera porque la cojo, la aprehendo, asumo que hay una superficie y que las superficies tienen un interior. Cuando corto la manzana en dos, en base a lo que recuerdo de mi experiencia del mundo anterior, asumo que lo nuevo que descubro es que las pepitas estaban dentro, pero no he accedido al interior, sino que he creado una superficie nueva, una máscara nueva. No hay diferencia entre pensar que la manzana tiene un interior y que la manzana existe, estoy haciendo una proyección de mundo futuro. Si no tuvieras que plantearte qué hay dentro de la manzana probablemente pensaríamos que tienen un interior porque nos la comemos, pero ¿hay interior en una nube? Cuando empiezo a pilotar me lo pregunto si no, me da igual. Resulta que llamo interior de la manzana a aquello que supongo que estaba antes, eso ya es una cosa construcción de mundo, pero en la realidad lo que he hecho ha sido relacionarme con una nueva. En como cuando en la serie ‘The Big-Bang theory’ le preguntan a Sheldon si quiere medio sándwich y él responde que eso no existe. Tiene razón. Si partes un sándwich tendrás dos sándwich más pequeños.

Parece casi un problema del lenguaje.
Es el mismo problema, de difusión del lenguaje, no hay interior y exterior. Nos relacionamos siempre con la forma, con la superficialidad, nunca con el interior, que es una suposición. La máscara e interfaz en el libro tratan de explicar este problema. Cuando aprehendes algo lo que haces es una captura de la superficie, no del interior, llamamos llegar al núcleo de algo cuando no puedo seguir partiéndolo, la idea del átomo original de los griegos, cuando aquello es indivisible, pero gracias a la transitividad en el proceso racional puedo siempre meter algo entre medias. La certeza de que trato un objeto como el anterior también es una forma de imago, estoy convencido de que la manzana tiene un interior, y me pides que te lo demuestre, y yo parto la manzana. Mi interpretación del mundo se detiene ahí, pero tú que te has leído mi libro me dices que ya no tengo una manzana, sino dos manzanas, y yo te digo que no me vaciles y ahí me quedo. En algún momento tengo que parar para tener una relación con el mundo, pero eso no quiere decir que el mundo sea así, quiere decir que yo paro. Es el problema de la máscara, siempre me relaciono con la máscara, y no tiene interior, porque podría seguir dividiéndola.

El mundo y el lenguaje, de nuevo, un camino que se dinamita en algún punto…
Es que no sé qué hay dentro de las cosas, ni siquiera sé si hay dentro o fuera, el interior es una descripción de lo que me voy a encontrar, no de lo que eres, es una diferencia importante. Y sí, la fenomenología es una batalla continua entre intentar determinar lo que las cosas son y los problemas del lenguaje, los problemas de ese lenguaje tiene cuando uno intenta aprehender estas cosas.

Uno dos pensamientos. “Para ser nosotros, nos marchábamos a otro lado”. “No se puede ejercer la libertad de marcharnos a otro lado. Lo hemos llenado todo”. Muy halagüeño no suena…
La ‘Fenomenología de la imago’ es una manifestación de malestar, a lo mejor siempre ha sido así, una de las ideas más potentes y que más me gustan sobre la relación del ser humano con el mundo es la que Gaiman atribuye a Dios, en la serie de cómic ‘Sandman’; según él Dios crea el mundo porque Dios es orden, Dios no puede experimentar el caos, crea el cosmos para que aparezca el caos y pueda experimentarlo, pero cada vez que Dios se acerca a algo lo ordena. No es una propiedad de Dios, sino una propiedad del hombre, que no existe en estado de fluidez con la naturaleza. De ahí que todos los seres impongan una transformación en el entorno, el ser humano hace esto excepcionalmente bien.

Pero no es el único que lo hace.
Correcto, la tecnología no es una propiedad única del ser humano, lo que pasa es que tenemos una capacidad de potencia grande para hacerlo. Nuestra relación con el mundo siempre está mediada por la tecnología.

¿Siempre es una relación de poder la del hombre con el mundo?
Hay metáforas que son tan potentes que me cuesta mucho no redibujar todo desde ese lenguaje. Las relaciones entendidas como poder, ya te cojas a Weber o a Foucault, son discursos tan potentes que parece que solo son solo describibles desde ese prisma, pero no dejan de ser un marco lingüístico. Muy efectivas, sí, pero para qué. Son de poder en el sentido que me permiten hacer cosas.

Poder no tanto de dominación como de capacidad.
Exacto. En ese poder hacer, la tecnología aparece en el momento en el que yo tengo que empezar a discriminar mundos. Si soy un Neandertal y voy a cazar un mamut no me vale cualquier piedra. De repente el mundo se separa en dos, las piedras que matarán al mamut y las que no, eso ya es una aplicación tecnológica, estoy transformando el uso natural de un objeto. Esa transformación del mundo lo que hace es que cada vez que el ser humano llega a un sitio no llega al sitio, llega a lo que es cuando ya está empezando a transformarlo, no nos podemos librar de nosotros mismos.

Esto es, que lo del buen salvaje se queda en mito…
El mito de salvaje no es real, el mundo cambia según uno, y uno es un constructo social, tiene una sociedad alrededor, no es un yo sino un nosotros, ya no es lo que yo quiero, sino lo que nosotros queremos. Ni nos libramos de nosotros, ni la transformación que hacemos cuando llegamos a un sitio es nuestra.

¿Porque somos memoria de nuestros antepasados?
En el sentido del yo, es nuestra de manera de un anónimo nosotros, hay una continuum, al igual que se puede construir causalidades. ¿Por qué pintas la pared de verde? Yo puedo remitirme al big bang, como puedo cortar esa suficiencia, puedo albergar la fantasía neoliberal de que yo me hago a mí mismo porque cuando llego a una jungla la domo. El mito al retorno a la naturaleza no es tal. ¿Por qué sabes fabricarte un cuchillo? Porque alguien te lo ha contado o lo has visto, luego no puedes ser tú mismo si no eres la cristalización, la actualización del proceso social en el que estás involucrado. El individuo es el pasado del grupo. No existe un yo, existe un cuerpo que es un embudo. Y ya no existen sitios habitables susceptibles de ser colonizados desde lo salvaje.

Lo peor que le puede pasar a una predicción es cumplirse, porque dejará de ser libre. Esto, que no es ni bueno ni malo, parece negativo. Surca todo el texto un tono apocalíptico…
No tengo ni idea, no sé si es bueno o no, es. No podemos diferenciar el nivel lingüístico de los análisis y la reflexión del estado del mundo, siempre es un para qué. La fenomenología podría parecer algo distópico, pero respecto de a qué.

De ahí el brutalismo lógico…
Sí, es brutalismo lógico es un intento de muestra descarnada de visión, que eso sea negativo o no depende del lector, yo estoy muy a gusto, estas reflexiones que recoge el libor las encuentro pacificadoras, esto es lo que es y a partir de esto no puedo conocer más. Sé que es una duda y no una incapacidad, es un libro descriptivo, pero claro, lo que cada cual tenga encima al leer el libro lo condiciona.

“Hemos saturado el mundo de nosotros mismos”, ¿por indolencia, torpeza o estupidez?
Porque no podemos hacer otra cosa, qué le vas a decir al Neandertal que va a descalabrar al mamut: ¿no lo hagas?

Pero la razón del Neandertal tiene más sentido, él trata de sobrevivir, el consumismo caníbal es otra cosa…
¿Respecto a qué? Hay que diferenciar mecánica de significado y de sentido. Significado es estas dos grabadoras con las que grabas la entrevista, porque puedes hacer atribuciones directas sin problemas entre grabadoras y objetos, no hay posibilidad de confundirlas con dos albatros, es casi semiótica, una cuestión casi de signo; la atribución del sentido tiene que ver con las posibilidades, el sentido de mis actos a partir de las cinco es llegar a casa, pero no puede haber una relación unívoca, indistinguible, entre el pretender llegar y llegar. La mecánica es cómo funciona, peor, cómo articulamos la descripción del cómo funciona.

¿La narración?
La narración-descripción del correlato a un nivel más estrecho que el significado. La producción, los bienes de consumo, forman parte de una cadena mecánica algorítmica, son una transformación del mundo. En la estructura que tenemos, si no hay consumo, estoy simplificando mucho, pero sirve el ejemplo, no tendríamos electricidad. La diferencia entre nosotros y el cromañón es la inmediatez de la consecuencia.

Eso que comentabas en tu antiseminario Tamagochi, en Enclave, de que el presente no existe, es todo una cuestión de distancia…
Exacto. No entro en la calificación moral del consumismo, sino en el para qué. Si soy aceleracionista será bueno el capitalismo, porque aceleramos el proceso y encontraremos antes la solución; si soy el doctor No de James Bond también será bueno porque acabará con el mundo. En términos mecánicos consumir no tiene por qué ser distinto a tirar la piedra al mamut.

Pues vuelvo al inicio, el libro es una deliciosa trampa.
El libro es una trampa, ya lo dijiste al principio, y tienes razón. Cumple esta máxima, es un problema de la racionalidad y autorreferencial. Lo que dice el  libro es que la causalidad no es determinable, pero el libro es causa de una razón de conocimiento. Determina una causa, luego te está engañando, por eso se desautoriza a sí mismo, al final.



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