jueves, 30 de julio de 2015

Entrevista a José Teruel, profesor titular del Departamento de Filología Española de la UAM.


“Para Martín Gaite todo era un cuento 

que tenía que estar bien contado”



La literatura de Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925, Madrid, 2000) resulta familiar y fascinante. Acoge y recoge. Y es cordial en dos direcciones: recuerda –etimológicamente vuelve a llevar al corazón- y acuerda –une corazones, el suyo, el del lector-). Espasa-Círculo de Lectores acaba de publicar la cuarta entrega de sus Obras Completas, ‘Ensayos I. Investigación histórica’, que incluye ‘El proceso de Macanaz. Historia de un empapelamiento’, ‘Usos amorosos del dieciocho en España’, ‘El conde de Guadalhorce, su época y su labor’ y ‘Usos amorosos de la posguerra española’. En cada uno de estos títulos, la salamantina tiene la capacidad de invitar al lector en una querencia que aunque tal vez no sea suya, acaba sintiéndola como tal, llevando a sus últimas consecuencias aquel principio que tanto gustaba repetir: “mientras quede vida, hablemos de vida”. La edición, a cargo de José Teruel, profesor titular del Departamento de Filología Española de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid. Con él nos acercamos a esta obra.



El próximo 23 de julio se cumplirán 15 años de la muerte de Martín Gaite. Su obra, que obtuvo un reconocimiento tardío, ¿va ganando con el tiempo, como los buenos vinos?
Va ganando en amplitud y profundidad. Conocemos mucho mejor el taller literario de Carmen Martín Gaite a raíz de publicaciones póstumas como ‘Visión de Nueva York’ y, sobre todo, ‘Cuadernos de todo’. Estos diarios en libertad están dando un viraje en los estudios “martingaitianos” y no están descubriendo un taller lleno de pesquisas en torno a una pregunta central: cómo convertir el tiempo histórico, vivido o soñado en tiempo narrativo.

El proyecto de las obras completas se paralizó en 2010, ¿qué ocurrió?
La respuesta no la tengo yo, la tiene la editorial. Aunque lo importante ahora es que los tres próximos volúmenes salgan a un ritmo anual.

¿Qué tiene la faceta de ensayista de Martín Gaite de particular?
El punto de vista, esto es, la concepción del ensayo como una autobiografía espiritual. Me sorprende la capacidad de Martín Gaite de hacer visibles las abstracciones, de convertirlas en narración, de transcribirlas en letra minúscula. Por ejemplo, en este primer volumen de ensayos el lector podrá comprobar la coherencia de la labor historiadora de Martín Gaite con su biografía intelectual, ya que los dos periodos en los que centró su estudio estuvieron firmemente vinculados con el tiempo que le tocó vivir y entender. Esta relación es muy evidente en ‘Usos amorosos de la postguerra española’, concebido como un compromiso con la propia memoria que había que legar a los hijos de su generación, pero también en su incursión en el siglo xviii, dada la desconfianza y la manipulación de la historiografía oficial en la que fue educada hacia la actitud crítica y revisionista de los ilustrados.

¿Se sentía más ensayista que otra cosa?
Martín Gaite se sentía narradora y no quiero decir con ello novelista. Para ella lo importante era contar bien una historia, ya sea la de Macanaz, la de los usos amorosos, la de la Santa de Ávila o la de las criaturas que circularon por su órbita doméstica y a las que vistió con los ropajes de la ficción. Nunca concibió los géneros literarios como compartimentos estancos. Todo para ella era un cuento que tenía que estar bien contado: la Historia, el cortejo, los modelos literarios de la infancia, los comportamientos femeninos en la España de 1940. La narración no tiene límite en un género literario: se puede contar en un ensayo, un collage, un artículo o un poema. Los intereses intelectuales de Martín Gaite fueron múltiples y se desplegaron en varias direcciones: desde los géneros literarios consabidos a ese híbrido llamado “cuaderno de todo”, desde la investigación histórica al periodismo,  desde la traducción al collage.

Leyendo cualquiera de estos ensayos, uno termina enganchándose a ellos, aunque a priori de lo que hable (el conde de Guadalhorce, por ejemplo) le resulte lejano. ¿Puede decirse que es una escritora que escribe desde el entusiasmo, desde el apasionamiento?
Cualquier tema era para ella algo vivo, que no venía dado desde afuera. Por ello insisto frecuentemente en la particular relación bilógica que mantuvo con su obra. Martín Gaite nos dejó la huella de su paso sobre el proceso de Macanaz y sobre cualquier otro asunto del que trataba. Hasta en sus trabajos de investigación histórica o de crítica literaria tuvo la necesidad de detallarnos las distintas fases de su particular relación con el personaje retratado o con el libro reseñado.

Precisamente, el conde de Guadalhorce fue el único ensayo de los contenidos en este volumen que no brotó de una curiosidad de la autora, sino que resultó un encargo. ¿Cree que se nota en la redacción del mismo?
Martín Gaite tenía una raya nítida entre los trabajos que nacieron de su real gana o los encargos, pero a ambos se dedicó con igual tesón. Lo demuestra su biografía sobre Guadalhorce, su guion para televisión de la vida de Teresa de Jesús, su adaptación de ‘Don Duardos’ y su labor semanal como crítica literaria en ‘Diario 16’ desde 1976 a 1980.

Para ‘tirar del hilo’ en la figura de Macanaz, empleó seis años de su vida. ¿Podríamos decir que la salmantina resultó a la postre el mejor interlocutor que tuvo el político?
Su enganche con Mancanaz, el voto de fidelidad a “su muerto”, como ella lo llamaba, surge en el Archivo de Simancas, cuando se dio cuenta de que la montaña de cartas que don Melchor de Macanaz envió desde su destierro a Felipe V y sus ministros nadie las había leído. Ella era la primera lectora de esas cartas. Macanaz se estaba dirigiendo a ella doscientos años después: tenía la obligación de serle fiel.

Y ella, Martín Gaite, ¿encontró ese anhelado interlocutor a lo largo de su vida?
No sé si encontró al interlocutor soñado, pero a lo largo de su biografía sí que consiguió buenos destinatarios para sus historias -todos esos que parecen en las dedicatorias al frente de sus novelas y ensayos: Sánchez Ferlosio, Juan Benet, Gustavo Fabra, su hija Marta, Lucila Valente, Ignacio Álvarez Vara- y sobre todo lectores.

Hubiera sido maravilloso que después de ‘Usos amoroso del dieciocho en España’ y ‘Usos amorosos de la posguerra española’ hubiera podido terminar una trilogía con un –por ejemplo- ‘Usos amorosos de la España postmoderna’. ¿Le gustaría a nuestra autora estos usos amorosos modernos, las páginas web para encontrar a tu pareja, las aplicaciones de móvil para buscar sexo, los chat de amistad...?
Martín no escribía sobre lo que no conocía o no le interesaba. Desde luego los usos amorosos de la España posmoderna pertenecen a otro cuento que no era el suyo. Supongo que los sitios web, las aplicaciones de móvil, el chat le hubieran parecido “murallas” más que lugares propicios para entrar en comunicación. Recomiendo que lean un artículo publicado en ‘La Vanguardia’ con el título de "Murallas musicales" y que incluyó en la última edición de ‘La búsqueda de interlocutor’.

Una última, más personal, sé que su ensayo favorito –algo que comparto- es ‘El cuento de nunca acabar’ pero, de estos cuatro que compila el volumen, ¿por cuál siente más querencia?
Quizá por Macanaz, ya que aceleró la conciencia de engarce en su proyecto literario entre la Historia y las historias. Además seguirle el rastro a Macanaz le ayudó a la narradora Martin Gaite a no dejar cabos sueltos en sus historias. Las deudas de su novela ‘Retahílas’ con ‘El proceso de Macanaz’ son muy evidentes. Pero, desde luego, su obra total es ‘El cuento de nunca acaba’r, que constituye una auténtica reflexión sobre la esencia fundamentalmente narrativa de nuestro proyecto existencial y su credibilidad.



 Esther Peñas


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